Pedir una botella de cristal y llenarla de capuchino. Pero ha de ser esa clase de capuchino ligero hecho con café que no esté quemado y leche desnatada, que te bebes cerrando los ojos y cuando lo haces casi te parece ver una vaca que te sonríe y te dice: "te gusta ¿eh?" Y tú asientes con la cabeza mientras alrededor de la boca se te queda un ligero bigote de espuma de nata y café, y sonríes encantada con tu mañana.
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